El ruido no hace bien, el bien no hace ruido

Con esta frase, de San Vicente de Paúl, puedo resumir la educación que se me regaló durante todos los años que pasé en “La Sagrada”, como conocemos al centro los de mi generación, y que tanto ha marcado mi vida y parte de lo que soy hoy en día.

Desde el primer momento que entras por esas puertas ya te das cuenta que estás entrando en un lugar especial, donde la educación y los valores vicencianos se te muestran con E de ejemplo, empezando con la hija de la caridad que madruga para regalarte la mejor de sus sonrisas cuando te abre la puerta, hasta la hermana de portería que se sentaba contigo a escucharte, perdonarte y aconsejarte cuando algún profesor te mandaba con la directora por portarte mal.

Luego puedes tener la suerte de formar parte de un grupo de jóvenes vicencianos donde sigues aprendiendo sobre tu fe, y la importancia del servicio a los más necesitados, encontrarte y compartir con jóvenes con ideales parecidos a los tuyos, dar catequesis, recibir formaciones, participar en proyectos y vivir experiencias únicas. Una de estas experiencias más significativas fue cuando los jóvenes de Canarias, confiaron en mí para representarles como Presidente Provincial durante unos años, afrontando este servicio con alegría y compromiso, experiencia que me ayudó a crecer muchísimo en lo personal.

Además, destacar que todos estos nutrientes no caerían en tierra fértil de no ser del acompañamiento de personas más experimentadas que uno (mis padres, Hijas de la Caridad, Padres Paules, crofesores, compañeros y amigos de JMV,…), que con su consejo y ejemplo de vida, te ayudan a discernir de qué manera gastar tus energías en este mundo.

Con todo esto llego hasta hoy, un joven vicenciano, más joven por espíritu que por edad ya… que intenta con humildad llevar ese carisma vicenciano a su vida diaria. En mi vida personal, intento ser cada día mejor hijo, hermano, pareja y próximamente padre, estando al servicio de las necesidades que puedan tener las personas más cercanas a nosotros, y regalando tiempo de calidad a las personas que más nos quieren. Como voluntario, ahora mismo sólo mantengo un pequeño taller semanal en prisión, donde un grupo de personas privadas de libertad, acude a los talleres para adquirir las herramientas necesarias para vivir correctamente en sociedad, tanto en su situación actual como internos, como una vez obtengan su libertad.

En el mundo laboral, he tenido la inmensa suerte de poder ejercer mi profesión como Educador Social en un proyecto parroquial del barrio de Jinamar (proy. Francisco de Asís), destinado a personas en situación de exclusión social, donde, junto con un grupo de voluntarios y voluntarias maravilloso, les atendemos diariamente en sus necesidades más primarias. Ofrecerles una comida caliente, servicio de duchas y lavandería, celebrar sus cumpleaños, realizar salidas de ocio, o simplemente sentarnos a hablar con ellos y escucharles, son algunas de las tareas que les ofrecemos en nuestro Centro de Acogida. Por otro lado, también participo como técnico en un proyecto del Consejo Escolar de Canarias (MCA), destinado a la participación del alumnado dentro de los centros educativos, donde llegamos a 35 Centros de toda Canarias, con la intención de crear grupos motores, que se impliquen activamente en la vida de los centros educativos.

Y esto sigue, no tengo ni idea qué me depara el futuro, pero si tengo claro como quiero afrontar lo que venga, seguir rodeándome de gente que me aporte energía positiva, amando hasta el extremo a mi prójimo, y dejándome la piel en las causas que lo merezcan, porque para eso estamos aquí, para poner nuestros dones al servicio de nuestros hermanos y hermanas.